Diana Ferrer Gálvez (psicóloga)

blog 12Nadie duda que seamos nosotros, los humanos, los animales más inteligentes. Quizás porque hemos provocado grandes avances en la ciencia, olvidándonos del daño que le hemos ocasionado y seguimos ocasionándole a nuestro planeta. Parece que tenemos la solución a todos los problemas. Incluso hemos inventado problemas para darles una solución. Hemos ido más allá; hemos hecho de nuestra especie el ser vivo más poderoso que habita en la Tierra, dominando al resto. Hemos evolucionado tanto que parece que las prisas y el estrés del primer mundo han adormecido a nuestros afectos más primarios y cuidamos cada vez peor a los que más queremos. ¿Hemos involucionado entonces?

El ser humano ya no está en sintonía con el medio natural como lo estaba antes y así han nacido enfermedades y psicopatías, como los trastornos alimentarios y la depresión, que los psicólogos intentamos entender y paliar a través de nuestra arma más potente: el lenguaje. Pero nuestro lenguaje no es neutro e inocuo. Nuestras manifestaciones verbales tienen una pizca de nuestras experiencias, un puñado de nuestras intenciones, un gran añadido de expectativas y buenas dosis de miedos y sueños personales. Somos pues, cada uno de nosotros, un enorme montón de cosas fruto de una inteligencia elaborada y, por qué no decirlo, retorcida.


En múltiples ocasiones, los problemas de nuestra mente y nuestro cuerpo nos recuerdan que somos seres sensibles y frágiles, y despertamos del letargo de la concepción del ser humano como todopoderoso… Pero los demás parecen no saber ayudarnos. No siempre encontramos consuelo en la palabra porque nuestro problema tiene un origen aún más primitivo que el lenguaje.

Sin embargo, no estamos solos. Los animales confluyen con lo más primario de nuestras emociones, que interpretan nuestro cuerpo y sentimientos sin filtros experienciales. Son seres que, afortunadamente, no hablan nuestro idioma y, por lo tanto, no lo manipulan.
No saben lo que es la química, entonces no nos van a dar una pastilla que alivie el cuadro sintomático. Probablemente nos darán ternura, lealtad, comprensión y afecto. Cada vez son más los profesionales que se han dado cuenta de que los animales son, además de muchísimas otras cosas, terapéuticos.

Perros, gatos, caballos y delfines son los animales más utilizados en terapia asistida para diferentes problemáticas.

Los perros son, por excelencia, los compañeros de vida más leales y afectivos que existen. No prejuzgan, son juguetones y guías excepcionales. Nos acompañarán seguramente hasta el final de su vida.
No son pocos los estudios que han demostrado la multitud de efectos positivos que tiene, simplemente, acariciar a un perro. Este gesto reduce la tensión arterial y la tasa cardiorespiratoria. Fomenta valores importantes como la amistad en adultos y enseña a los pequeños a ser más responsables. Pasearles implica moverse, tener contacto con el mundo, relacionarse. Son un nexo que necesitan personas que han perdido ese contacto con la realidad social como ancianos, personas deprimidas e incluso otras sin habilidades de comunicación.

Por otro lado, los gatos, que muchas personas creen arrogantes y rencorosos, han sido investigados en su papel terapéutico y se ha descubierto que son beneficiosos para la salud, reduciendo el estrés de sus dueños, quienes se tranquilizan y distienden sólo acariciándoles. Desde el punto de vista psicológico, estos felinos nos enseñan a estar relajados pero con plena conciencia; como cuando ellos duermen pero a la vez mueven sus orejas, pendientes del mundo. Incluso el ronroneo típico de un gato fomenta emociones positivas en sí mismo.

Otros animales que se emplean desde hace tiempo en terapia son los caballos. Su instinto noble facilita el contacto con los seres humanos y esto, acompañado de su gran tamaño y fuerza, enseña a las personas a mejorar sus relaciones interpersonales y su autoimagen. Son seres inteligentes y poderosos que se han descubierto muy útiles en el trabajo con sociópatas (personas que no le dan importancia a las normas sociales como las leyes y los derechos individuales).

El nombre de la terapia asistida con caballos se denomina “hipoterapia” y es una forma específica que dirige el trabajo con equinos hacia personas que padecen, en su mayoría, trastornos motores asociados a afecciones neurológicas y neuromusculares como la parálisis cerebral, accidentes cerebrovasculares, E.L.A. y traumatismos craneoencefálicos. Este trabajo conjunto ayuda a normalizar el tono muscular, reforzar la musculatura postural e incrementar las habilidades para llevar a cabo actividades básicas de la vida diaria.
Debido a la entrega incondicional del caballo, esta experiencia se convierte en un gran factor motivacional para las personas que se sirven de él, de manera que niños con autismo o síndrome de Down también se benefician de estos animales.

Por último, los primeros animales terapéuticos que se conocieron: los delfines. Fijaos hasta dónde llega su poder que incluso los sonidos que emiten equilibran la homeostásis del ser humano. Son juguetones por naturaleza y a través de sus juegos en el agua se aprende fácilmente el sentido lúdico de la vida, llegando a la relajación en un medio tan natural como el suyo.
La terapia asistida con delfines se llama “delfinoterapia” y se está abriendo paso en el trabajo con niños con autismo, retraso psicomotor y parálisis cerebral a través de la combinación biosónica y terapia sacrocraneal, que emplean los sonidos que emiten los delfines para desbloquear y reequilibrar componentes corporales que no reaccionan a otros tratamientos físicos más convencionales.

Así pues, podemos hacer un resumen de lo beneficioso que es trabajar con estas especies enumerando todas las cualidades positivas que aportan:

  • Nos orientan hacia la realidad.
  • Son un punto focal para trastornos con déficit de atención.
  • Mejoran el estado de ánimo.
  • Nos enseñan a colaborar.
  • Fomentan el contacto social.
  • Facilitan el contacto físico natural a través del lenguaje no verbal.
  • Ayudan a salir del mundo interior y la soledad.
  • Promueven la empatía y valores importantes como la amistad.
  • Facilitan la creación de vínculos emocionales.
  • Potencian la autoaceptación ya que ellos nos aceptan como somos.

Martín y DianaClaro está que no cualquier problemática psicológica puede ser abordada exclusivamente desde la terapia asistida con animales, pero son un complemento que beneficia el estado anímico de la persona y generan un lazo afectivo que posibilita la adquisición de nuevas herramientas para adaptarse al medio que nos rodea.

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