miedo-volar--644x362Tras el fatal accidente aéreo de la compañía Germanwings de hace unas semanas se ha reactivado uno de los miedos más socializados y con más adeptos en nuestra cultura actual, es la llamada “aerofobia” o lo que conocemos popularmente como el “miedo a volar”. Se calcula que aproximadamente entre un 25%-30% de la población sufren cierto miedo a volar, no desarrollándose en todos los casos problemas de fobia incapacitante (la mayoría de la gente acaba subiéndose al avión). Pero es cierto que para un porcentaje de la población este miedo le lleva a pasar por consultas de psicólogos o reciben formación especializada para superar esta problemática.

Si cada uno de nosotros hiciera una reflexión personal al respecto encontraría que en realidad, no es extraño sentir cierto cosquilleo y sensación de activación cada vez que nos subimos al avión. El porqué de este miedo se ha venido explicando por algunas de las siguientes causas:

LA SENSACIÓN DE INCONTROLABILIDAD: Una de las principales características del ser humano es su necesidad de tener bajo control la mayoría de aspectos de su vida. En ocasiones la ausencia de control en el medio que nos rodea da lugar a que desarrollemos sintomatología relacionada con la ansiedad, la depresión…es la famosa “indefensión” de la que hablan innumerables autores de renombre. Cuando nos subimos a un avión asumimos que no vamos a poder ejercer control sobre nada de lo que ocurra a lo largo de todo el vuelo: empezando con que nuestra seguridad está en manos de un equipo de aviación, y terminando con que no podemos elegir cuando hacer una alto en el camino. Estamos destinados a esperar que el avión aterrice para poder volver a poder ejercer control sobre nuestras vidas.

MIEDOS COLATERALES A VOLAR: Relacionado con lo anterior no es de extrañar que muchas personas tengan miedo de que ocurra algún percance de salud durante el vuelo y que no se pueda hacer nada, entrar en pánico, o verse afectados por la claustrofobia de estar encerrados en un avión. Es decir, no siempre nos genera tanto miedo el hecho de volar en sí, si no nuestra interpretación catastrófica de lo que pueda ocurrir durante el vuelo y el hecho de sentir que no podemos ejercer un control directo sobre ello.

Otra cuestión que está bastante documentada es que LOS ACCIDENTES AÉREOS GENERAN MAYOR ALARMA que accidentes que pueden darse en otros medios de transporte. La repercusión social y mediática de un accidente aéreo es mucho mayor que la de los accidentes de tráfico que ocurren cada semana en las carreteras de todo el mundo. En ese sentido las investigaciones llevadas a cabo al respecto alertan que nuestro cerebro tiende a centrarse en recuerdos de casos más espectaculares antes que en eventos cotidianos. Este podría ser el argumento que explica cómo suelen pasar más desapercibidas las cifras que alertan sobre accidentes de circulación frente a las víctimas derivadas de accidentes aéreos.

Otro de los factores que favorece el miedo a volar son los POBRES CONOCIMIENTOS SOBRE LA AERONÁUTICA Y SOBRE LA AVIACIÓN en general de la gran mayoría de personas que se suben a un avión. La interpretación que muchos pasajeros hacen de las turbulencias durante el vuelo, la falta de información y las falsas creencias sobre el funcionamiento de los aviones, son en muchas ocasiones la base del miedo a volar.

Para muchas personas volar en avión forma parte de su trabajo, otras, que por motivos familiares tienen que viajar con cierta frecuencia para ver a sus familiares. Éstos son algunos de los perfiles de aquellas personas que pueden tener cierta susceptibilidad a la hora de necesitar ayuda psicológica para afrontar este miedo tan asociado a nuestros tiempos actuales. Otros, la gran mayoría de los que nos estáis leyendo, simplemente viviréis ese pellizco en el estómago cuando aterriza el avión, cuando despega, o cuando las turbulencias nos hacen rebotar de nuestro asiento…

Si formáis parte de ese primer grupo, os animamos a que pidáis ayuda y que podáis enfrentar una problemática que puede ser tan incapacitante. Por otro lado, si sois del segundo grupo, os alentamos a que hagáis caso de las estadísticas y no dejéis de viajar, de volar…en definitiva, ¡no dejéis de VIVIR!

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